Mi cielo

04.10.2019

Era un tipo extraño. Vino desde la gran ciudad a Lanzarote hace años por motivos laborales y bastante a regañadientes. Visitó la isla y cuenta que le bastaron tres días para verlo "todo". Cuando le hablabas de la belleza de los paisajes o del mar para resaltar las virtudes de la isla, asentía y te daba la razón, pero siempre con cierto desasosiego. Siempre era amable y educado lo que le evitó ganarse la fama de godo.

Le fue bien, prosperó y un día nos invitó a unos amigos a su casa recién construida. Estaba en un lugar privilegiado, en una ladera orientada al suroeste y con magníficas vistas al mar. Cuando llegamos estaba radiante, feliz, seguro de sí mismo, nunca le habíamos visto así. El cambio era tan grande que los demás nos lanzábamos miradas de incredulidad.

Nos enseñó la casa y ahí la sorpresa fue mayor. La vivienda apenas tenía una ventana hacia las vistas y se organizaba en una planta alrededor de un gran patio. Nos lo mostró con gran orgullo entreteniéndose en los detalles y cuando se percató de nuestra incomprensión, sonrió y nos dijo:

- Crecí entre edificios, jugaba en la calle, saltaba muros, el cielo estaba entrecortado por torres de viviendas, desde mi ventana veía las ventanas de enfrente y el mar era algo que salía en la tele. Allí miras lo cercano, esquivas gente, bajas y subes escaleras... y eso es a lo que estoy acostumbrado, es lo que quería y se lo conté al arquitecto. La gente compra suelo o una casa con vistas. Yo compré un trozo de cielo enmarcado con mi hogar. Mi cielo.

Nuestras caras eran un poema pero comprendí agradecido que había sido invitado a compartir lo más íntimo en su vida, el lugar donde era feliz.

Lo pasamos bien, hizo una noche preciosa en su cielo.

Jesús A. Izquierdo
Arquitecto

Texto participante en el Foro de relatos cortos de la Semana de la Arquitectura de Lanzarote 2019