Desde Fuera, un artículo en el blog de Fundación Arquia

15.12.2023

Tenemos un estudio pequeño, en una isla pequeña, a miles de kilómetros del continente europeo, y a veces cuando vemos que se ha fallado un premio o concurso, lo sentimos lejos, en la distancia y en nuestro día a día.

El primer premio de arquitectura en España se otorgó por el Ayuntamiento de Barcelona en 1899 al mejor edificio, la Casa Calvet de Antoni Gaudí[1]. Sin saber nada del contexto histórico piensas, ya claro, Gaudí, cómo no.

Hay premios de arquitectura de todo tipo y su objetivo viene definido por el convocante y puede ir desde el fomento y difusión de la calidad arquitectónica que promulgan los colegios profesionales, hasta la originalidad en la colocación del producto que fabrica una empresa. En muchas ocasiones el premio consiste únicamente en que el trabajo sea publicado allí o allá, es decir, conseguir visibilidad.

Hace apenas 20 años, sólo se publicaba en papel por lo que ser reconocido pasaba por salir en una revista. No era en el HOLA, donde nos habría ido mejor, sino en una serie de revistas de consumo endogámico, donde la profesión vivía sin mirar los cambios que se producían alrededor. Lo poco que se veía en medios generalistas proyectaba la imagen de una élite, generalmente hombres, de gustos poco comprensibles y sobre todo, caros. Y casi siempre eran los mismos.

¿Y ahora? Ahora somos muchas más arquitectas y arquitectos. Y tenemos redes sociales.

La crisis financiera de 2008 y los blogs en Internet mostraron que la arquitectura tiene muchos ángulos desde donde verla, estudiarla y ejercerla. Con la llegada a España de Twitter (2006), Facebook (2008) e Instagram (2010)[2] las interconexiones se han multiplicado y el público puede elegir lo que ve y dar reconocimiento al que, desde su punto de vista, se lo merece. Incluso los estudios pueden dopar al algoritmo y pagar para conseguir visibilidad. En este océano inmenso y vertiginoso de información evidentemente resalta lo más llamativo, lo más curioso, lo más divertido, pero también queda un hueco para lo que se sabe comunicar.

Cuando escuchamos "hay que acercar la arquitectura a la sociedad" se acepta que es una materia que no se comprende y que hay que explicar. ¿Se quiere poner en valor el ejercicio profesional de la arquitectura para ser reconocidos por la sociedad? Pues, utilicemos una estrategia constante de comunicación, desarrollando temas de interés y con un lenguaje que la sociedad entienda.

Los Premios de Arquitectura tendrían que generar el mismo debate público que el Premio Planeta. Pero no lo hace más allá de nuestro mundillo. El público seguirá reconociendo antes la obra de un estudio que publica en Instagram voladizos espectaculares, que la de un Premio Nacional de Arquitectura.

Así las cosas, en nuestro pequeño estudio, sopesando la desproporción entre esfuerzo y recompensa para licitar o concursar, preferimos buscar el reconocimiento de nuestros clientes, que es el mejor premio y lo que paga las facturas.


[1] PEREIRA, José Ramón Alonso. Los premios de arquitectura en España. Liño, 1985, no 5.

[2] Además de Youtube, Tik Tok, Twitch y las que surjan.